Cine argentino

El cine argentino cresce
El Clan
Venganza, secuestros y rock’n’roll:
Los hermanos Almodóvar a la conquista del cine argentino.
Frédéric Conrod
Argentina necesita terapia continua y colectiva. El cine que produce intenta curar sus heridas históricas
enfrentándose con la violencia del pasado y del presente. Hoy sigue este pueblo sudamericano en una época de incertidumbre política que parece requerir “terapia de
choque” en sus películas. Entre las que aplican este método psicológico, sobresalieron Relatos Salvajes de Damián Szifrón (2014) y El Clan de Pablo Trapero (2015), dos producciones de Pedro y Augustín Almodóvar, y obras que preparan esta nación siempre en transición a salir del kirchernismo.
Una vez más, la carrera de productor de Pedro Almodóvar se destaca por su atracción al cine que incomoda y que violenta, desde el romanticismo lunático de My life without me, el mundo de fantasía de Guillermo del Toro o la de Cobrador en In God We Trust. Le fascina la venganza individual que se condiciona en la colectiva: en este aspecto, Argentina y España tienen mucho que aportarse en el proceso terapéutico que requiere el trauma causado por años de dictaduras respetivas.
Seamos argentinos o no, algo siempre tenemos que aprender de los traumas de los demás, y los dos productores españoles saben hasta qué punto este proceso es buena inversión. Aunque la primera película toma lugar en el presente caótico de la Argentina y la siguiente busca curar heridas históricas todavía abiertas en el presente, estas dos obras tienen en común su afán de proyectar al espectador en el eje más profundo del trauma nacional. Para los que no tuvieron aún la oportunidad de poder ver estas dos películas terapéuticas, se recomienda visionarias urgentemente para poder sentir su efecto.
Relatos Salvajes (traducida a Wild Tales en Estados Unidos) es una colección de 6 cortos conectados por un mismo tema: el origen de la violencia y de los deseos de venganza que puede causar. Empieza con un corto introductorio seguido por cinco cortos más largos en forma de capítulos independientes. Atentados suicidas, envenenamientos, humillaciones públicas, corrupción y problemas de coches que sacan a uno de quicio: cada historia se dedica a llevar el humor trágico argentino a sus extremos, desde su mundo rural hasta Buenos Aires, cubriendo las luchas internas de todas las clases de una sociedad de contrastes. Con casi medio millón de espectadores, es la película más vista durante su estreno nacional, y la que más éxito ha tenido en la historia del cine argentino. El público se reconocerá fácilmente en los personajes prototipos que presentan las seis anécdotas. Aunque estos capítulos parezcan ser completamente independientes a primera vista, el tema de la venganza que les une triunfa en el cierre de la película.
El Clan, que poco le tiene que enviar a su predecesora al nivel artístico y fotográfico, cuenta la historia de una familia burguesa de apariencia completamente “normal” al principio de los años 1980, en una época de malos aires donde las dictaduras se auto-nombran “revoluciones”.
Dirigida por el patriarca, este clan se dedica en sus momentos de ocio al secuestro de hijos de familias adineradas en el nombre de un supuesto Frente de Liberación Nacional. Entre 1976 y 1983, los poderes se alternaron y la dictadura militar de Leopoldo Fortunato Galtieri terminó en el 1983 con la elección democrática de Raúl Ricardo Alfonsín, dando lugar a una limpieza. Es precisamente este periodo de transición el que explora El Clan, con toda la trasparencia brutal que puede ofrecer una obra cinematográfica. El clan familiar rápidamente se olvida de la causa política detrás de los secuestros para caer en la tentación del dinero fácil. Los violentos problemas de conciencia que se engendran en Alex, el hijo protagonista, se representan con fondo de rock’n’roll norteamericano para amplificar los contrastes psicológicos. Para quien se pueda ofrecer el lujo de ver estas dos películas en una misma noche, se recomienda acompañar la experiencia de un buen Malbec, puesto que ambas proyectan al espectador en una experiencia visual almodovariana que puede resultar algo chocante. Sin duda, los temas violentos presentes en Relatos Salvajes y El Clan cruzan la obra entera de Pedro Almodóvar. Los aficionados disfrutarán entonces de poder comparar la obra del director español reconocido internacionalmente con estas versiones atrevidas que parecen renovar el cine argentino.
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